lunes, 25 de mayo de 2020

Cacerolear, vale, pero con respeto y responsabilidad


Es incomprensible la falta de respeto y la intolerancia de esos caciques de las cacerolas, hay barrios en los que, a las seis o a las siete de la tarde salen a los balcones y ventanas a manifestarse, y ojo, legítimanete, están en su derecho, pero después, a las ocho, cuando otros salen a aplaudir, ellos vuelven con sus cacerolas hasta que tapan los aplausos. Y eso es intolerancia, además cada semana celebran varias y en distintos horarios, pero parece que no les es suficiente.
Estas derechas nostálgicas del pasado quieren hacernos creer que esto es cosa de gente sencilla y trabajadora. Fariseos, mentirosos, saben de sobra que la gente corriente no se puede permitir el lujo de aporrear sartenes, están más preocupados por encontrar una manera accesible para intentar llegar a fin de mes.
Lo peor es que esas caceroladas terminan en escraches en muchas ocasiones. Como el que hicieron en Galapagar frente al chalet de Pablo Iglesias. Los escraches son legales, pero  lo que no es legal son amenazas expresas como “si sales de casa te abrimos la cabeza”. Una cosa es cacerolear y otra intimidar con retos y desafíos.
Desde que apareció vox, la proliferación de ultraderechistas melancólicos del franquismo, se ha convertido en un hecho triste en España, no solo por la insolencia de tildar a la izquierda de "progres",  "narcocomunistas",  "bolivarianos", o "gentucistas", entre otros vocablos descabellados e incongruentes propios de mentes putrefactas y ulceradas, sino porque han intentado permear en la sociedad apropiándose además de símbolos que nada tienen que ver con ellos. Es deleznable la instrumentalización que hacen de ello estos energúmenos. La política es otra cosa, y no legitimar escándalos, potenciar corrupciones o la búsqueda constante de votos, la política es responsabilidad, es representación, es interés por los asuntos generales de la sociedad, pero nunca agitar el monigote del “orgullo nacional” y el pundonor por los símbolos identitarios. No obstante, estos catecúmenos de Aznar tienen la lección bien aprendida. Ya a principios de los noventa, nos hablaba este dechado de ignorancia de la “balcanización de España” y del riesgo de ruptura de nuestra nación haciendo uso de esos símbolos que poco a poco se han ido apropiando con desvergüenza, como si los de izquierdas, por no ser reaccionarios totalitarios no quisieramos a nuestra tierra y a nuestros compatriotas más y mejor que ellos...
“Esto es impresionante, una fista. Lo más parecido que yo vi es cuando ganamos la Copa del Mundo. Gente por las calles, expresando con toda alegría su derecho a protestar con banderas de España, sin un sólo incidente feo. Esto es una maravilla, realmente es increíble”. Estas son las palabras de un merluzo, un botarate, un irreflexivo, insensato e imprudente, que no respeta a las miles de víctimas que esta pandemia ha provocado. Ni a los miles de parados que hacen cola en los bancos de alimentos para 

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