El origen de España como Estado o
nación, con un territorio delimitado, una población más o menos
fija, un ejército y un cuerpo diplomático podríamos decir que se
abre con el acto de Constitución fallida de 1812. Es en aquella
Constitución liberal donde, por primera vez, se recoge una
definición de la “Nación española” como “la reunión de
todos los españoles de todos los hemisferios”.
Es muy romántico pensar que nuestra
historia como nación es más antigua, que somos el país más viejo
de Europa, como afirmaba el mismo Mariano Rajoy y los individuos
conservadores ansían. Pero no es verdad que España tuvo sus
orígenes en 1492 cuando los Reyes Católicos lograron al fin
reconquistar toda la península. Sólo fue la unificación de un
número de reinos que formaban lo que hoy llamamos España.
Evidentemente, si nos remontamos al
origen histórico del cual surge el conjunto de pueblos como embrión
de lo que hoy es esta nación nos podemos remontar a tiempos de los
visigodos.
Esa Hispania
antigua, cuyo nombre proviene de los romanos fue transformada por la
invasión musulmana y sólo podía ser reconstruida a partir de una
entidad cultural y religiosa diferente a la que en los siglos VIII y
IX subsistía en la península.
Esta fe o confesión fue el
cristianismo, la religión católica. De ahí que cuando los Reyes
Católicos conquistaron Granada, se llevó a cabo la denominada
cristianización total de los habitantes de la península, pues tanto
los musulmanes como los judíos fueron expulsados u obligados a
convertirse al cristianismo.
Por otra parte hay quien reitera que
España no existe como nación, que es una mixtificación, que es
sólo un estado dentro del cual hay diversas naciones, todas ellas
oprimidas por el simple hecho de estar sometidas a un Estado central.
El sentimiento nacionalista español
surge con la guerra de la independencia -siglo XIX- aunque gran
parte de la población no compartía ese sentimiento.
Las naciones no son sino construcciones
históricas, un invento del hombre contemporáneo, como casi todo en
política, pero sí, lógicamente existen. Las naciones son
sentimientos de unidad, todo el mundo se siente parte de una
comunidad cultural, esto es algo natural, otra cosa es defender
fanáticamente un nacionalismo encendido que defiende una
singularidad de carácter que considera irrenunciable, o un
nacionalismo que no busca la igualdad entre las culturas, sino que
trata de imponerse como principio rector, es decir, un nacionalismo
basado en la opresión y el abuso ante otras naciones, un
nacionalismo omnímodo y doctrinal.
¿Por qué nadie habla de un
nacionalismo basado en el respeto y la solidaridad entre naciones, o
de un nacionalismo internacionalista y tolerante?
No hay comentarios:
Publicar un comentario