Cheng-Hu se encontraba perdido en un laberinto interminable y desconcertante, de la cámara principal salían cincuenta caminos diferentes. Le había llevado una semana explorar nueve de ellos.
- A menos que tenga suerte -se dijo Cheng-Hu- moriré aquí intentando encontrar el camino correcto.
Acababa de pensar esto cuando oyó unos pasos que se acercaban y se encontró de frente con Shintzu. No se conocían, pero Cheng-Hu creyó que Shintzu era la respuesta a sus súplicas desesperadas.
- ¡Qué suerte que te encuentro!- dijo Cheng-Hu llorando de alegría.
Shintzu lo miró con cara de gran sorpresa.
- Estoy perdido entre tanto camino -le explicó Cheng-Hu- Tú podrás decirme ahora cuál es el que conduce a la salida.
- Pero, yo también estoy perdido.- Respondió Shintzu
- ¡Qué mala suerte! - Se quejó amargamente Cheng-Hu- Encuentro a alguien y no me sirve de nada.
- ¿Por qué dices que no te sirvo de nada?- Preguntó Shintzu intrigado.
- Has dicho que estás perdido.- Dijo Cheng-Hu como si fuera obvio su razonamiento.
- Me imagino que habrás recorrido algunos caminos sin salida. Yo he recorrido por mi parte al menos doce caminos que no conducen a ninguna parte. Así que, juntos, los dos sabremos mucho más de este lugar laberíntico que antes de encontrarnos y eso es indudablemente mejor que nada.
Extraído de un antiguo relato chino: El camino de las lágrimas
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