sábado, 13 de junio de 2020

La poesía: un recogimiento místico




Hoy en día, en estos tiempos que corren de lógica tecnológica, donde la mente responde a estímulos programados y a las fugaces frivolidades de los medios, el poeta es  sistemáticamente desoído, considerado excentrico e inadecuado; nada cómodo. El lector actual impone a la lectura lenta de la poesía, la veloz conversión del mundo real, y esto es imposible de compaginar. Porque leer un poema como si fuera el prospecto de un medicamento es un absurdo y una torpeza. La poesía tiene su tiempo, en el que todo existe con la velocidad de una evasión orbicular. Se trata de leer el poema según la duración de la lectura y no de la escritura, es decir, profundizando en la métrica del poema con un ritmo alejado de la uniformidad de la prosa. La poesía expone un desconocimiento perfecto del mundo y ahí radica su perfección, su belleza, en esa armonización de las palabras entre si y en la relación cambiante entre el mundo y las cosas. 

La belleza poética existe solamente en la combinación de esos elementos que conforman su estructura. Las palabras son la razón de lo que se dice, el crisol que pone en igualdad de condiciones al lenguaje y al pensamiento. Es la plenitud de una realidad. Es decir, en la poesía el lenguaje se encuentra consigo mismo, recreando una intimidad que no es de todo el mundo, sino del propio autor, pero expansiva al lector. Es la gran paradoja de la  libertad, el lenguaje poético nace de unos sentimientos cifrados, pero entendibles y abiertos desde su privilegio blindado, las palabras encuentran nuevas alianzas consigo mismas y con las demás cosas con las que se relacionan. Exceden las combinaciones que conforman su identidad. Se transforman en la versión continua de lo indefinible.

La poesía nos ayuda a comprender más fácilmente el sentido de la vida y a percibir la realidad en toda su complejidad. En cada verso, el poeta, consciente o inconscientemente, nombra lo visible y lo invisible, y en algunos poemas, nos reconocernos en sus palabras, como verdades incuestionables.

Y es que la poesía causa un efecto reposdado en quien la lee, que poco a poco le desvela una riqueza de matices, sentimientos e imágenes capaces de tramsportarle a evocaciones fascinantes. Saber escribir un poema cura de la angustia que produce la palabra retenida, saber leerlo redime de la insensibilidad que causa la visión acelerada de la vida moderna.


2 comentarios:

  1. La poesía es empatía, con ella descubrimos que los sentimientos que tenemos son los mismos que los que otros también tienen, al menos esos que son tan sensibles como para percibirlos; es difícil encontrar personas capacitadas para expresarse a través de las palabras. Me ha gustado mucho tu post.

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  2. Efectivamente, los poemas son impresiones subjetivas sobre sentimientos, creencias, o el mismo estilo de vida del poeta. El poeta no piensa en el lector cuando escribe, ni se preocupa por contar una historia interesante, más bien habla de sí mismo, de lo que siente y piensa.

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