lunes, 8 de junio de 2020

Aprender a decir que no





Supongo que no siempre somos conscientes de las responsabilidades que contraemos  cuando decimos sí. No somos responsables de cualquier situación que suceda en nuestro entorno, por eso hay que aceptar el reto psicológico de decir no. Lo que pasa, es que algunos, vemos en ese hecho una negación de nuestra voluntad de ayudar al otro, cosa que es un error.

Este conflicto interno es a la larga, e incluso a la corta, destructivo y fuente de infelicidad y problemas, que a su vez dan lugar a sentimientos como la culpa y el remordimiento.

Como alguien que siempre dice sí, puedo afirmar que también se debilita la legitimidad dentro del propio entrono. Y esto es sencillo de esxplicar, pues las personas percibirán esa actitud como debilidad y querrán sacar provecho, lógicamente. Una debilidad que empuja a la dilación, a la falta de límites.

Es obvio que hay que aprender a decir no a las tentaciones en exceso y a la manipulación de terceros.

A mí me pasa, por ejemplo, que cuando me dirijo a otra persona con la intención de decir no, creo ya de antemano que ésta podría percibir esa negativa como una respuesta emocional que implicaría una falta de consideración por mi parte. 

Esto es un mito, lo sé, y necesito crear mi propia personalidad social concediéndome el derecho a mi felicidad. Decir no, no está prohibido, no es grosero. Sin embargo, decir que sí metódicamente, solo por no hacer frente a las consecuencias, está bloqueando el derecho de usar mi libre albedrío. Ser capaces de aprender a decir no sin sentimientos de culpa por ello, es algo que puede hacernos sentir bien con nosotros mismos y por descontado, evitarnos problemas en nuestras relaciones sociales. Hay que marcar límites, porque esa es la base para mantener relaciones saludables.

Dejar de ponernos límites, es empezar a respetarnos. Me he sentido invisible tantas veces cuando otras personas han decidido por mí, que ya no recuerdo todo lo que he perdido por ello. ¿Y qué me ha traído esto? Profundos sentimientos de soledad interior y de fracaso.


Y es que no es necesario justificarse cuando se dice que no. Explícaciones las justas, basta con ser sinceros y educados. Nos abrumamos con tantos pensamientos como, «y ahora qué le digo», «qué excusa me invento», «pero cómo le voy a decir que no», que  empezamos a dar vueltas y vueltas a estos pensamientos como si fuéramos un hanster en una rueda. Lo que genera una ansiedad que en verdad al único que perjudica es a uno mismo.

1 comentario:

  1. Me ha encantado tu post, la comunicación asertiva me parece fundamental para establecer relaciones sociales sanas.

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