jueves, 25 de junio de 2020

Vivimos tiempos revueltos




El mundo está revuelto, cada día mueren personas de hambre, por falta de recursos sanitarios o víctimas de la violencia. Mueren en accidentes de tráfico, mueren en nombre de estúpidas e intolerables creencias religiosas. Todo esto nos recuerda la fragilidad y la vulnerabilidad del ser humano, y lo absurda que es a veces la sociedad.

Vivimos ajenos a la verdadera belleza de la existencia, para encontramos en su caso con la injusticia, con el dolor, la rabia y el miedo a lo que es en esencia algo natural; existir. Me da pena el sufrimiento que esto genera, la incertidumbre de saber que no conocemos la realidad de hacia dónde vamos y el dolor que genera todo este caos evitable.

Creemos aún hoy, por desgracia, que cuando la palabra era silenciada en otros tiempos, de forma legal, con penas de todo tipo, era más fácil dilucidar la verdad. ¡Qué ignorantes seguimos siendo! Cuando alguien está dispuesto a acabar con la verdad al precio que sea, es obvio que está potenciando la mentira, y que esta solo le es favorable a él, como individiduo o como grupo. Porque ya ni siquiera se trata de si el otro piensa bien o mal, sino de que piensa diferente.

Y no nos esgañemos, ninguna generación, en ninguna época, ha tenido fácil pensar. Porque aquellos que han ostentado siempre el poder, político, económico, militar o religioso, jamás han deseado que nadie piense en el porqué de las cosas, so pena de que se desee ser perseguido, señalado y apaleado. 

En esta España nuestra, hace apenas cien años, la mitad de la población era analfabeta funcional. ¡Qué maravilla, qué comodidad para esos señoritos caciquiles que campaban a sus anchas! Hoy, sin embargo, hasta el hijo del más pobre tiene estudios, cuando menos, básicos. Y debería ser suficiente para no volver a caer en aquellos mismos errores, aunque no es así, porque esa otra España nostágica, obscura y rancia, quiere, ama, desea esos tiempos pretéritos en los que ellos eran la ley, la verdad y la palabra. 

Por eso, y porque mucha gente sigue siendo analfabeta en pensamiento, estos mediocres, tristes y melancólicos trasnochados, buscan lo que siempre tan bien se les ha dado, enfrentar a unos contra otros. En otros tiempos, eran los únicos depositarios de la palabra, las únicas autorizadas legítimas. Prácticamente los amos de todo. Y el pobre ciudadano de a pie, solo podía enterarse de las pequeñas cosas, con el boca a boca de quienes se jugaban el tipo para contarlas. Siempre ha habido cotillas.

Vivimos tiempos convulsos, y esta pandemia que sufrimos con el covid-19 se ha instalado en nuestras vidas para enseñarnos a luchar y convivir con una situación totalmente nueva, tanto en nuestro país como en el mundo entero, algo que no pasaba desde la II Guerra Mundial. Estamos sometidos a una fuerte tensión social y económica y las consecuencias todavía son inimaginables pero no es excusa para atacarnos entre nosotros, no es pretexto para difamar al contrario, no es justificación para sacar lo peor de cada uno, esto no nos da una coartada para hacer lo que nos de la gana. Ahora más que nunca hay que ser solidarios, hay que ser héroes, hay que ser equipo, porque solo unidos, el mundo dejará de ser ese lugar revuelto, y los tiempos serán menos convulsos.Algunos dirán que esto es comunismo, pues entonces será que soy comunista, pero ni siquiera me había enterado.

4 comentarios:

  1. No podemos cambiar el mundo si ni siquiera somos capaces de arreglar nuestros conflictos cotidianos con aquellos que nos rodean.

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    1. Muy cierto, Sandra. El cambio comienza por nosotros mismos, siendo ejemplo, contribuyendo a construir una nueva sociedad en la que las personas vivan y sientan la plenitud.

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  2. Estoy de acuerdo con lo que dices, la sociedad está perdida, el bien y el mal se desdibujan como producto de estos tiempos. Y los políticos, que deberían ser ejemplo, representan lo peor del ser humano.

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    1. La queja es un mecanismo de defensa que nos alivia. Cuando una situación nos enfada, o nos parece injusta, quejarse es correcto. El problema viene cuando esa queja se instaura como un mecanismo habitual y no hacemos nada por remediar eso que nos irrita. Quizás hemos dejado que nuestros políticos se relajen en su mala praxis, ya que hablas de ellos. Por tanto, cualquier acción, interior o exterior, que emprendamos, automáticamente cambiará todo el sistema y mejorará el mundo.

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