El estrés: la ansiedad desproporcionada

Me sentía continuamente ansioso, tenso, una situación que empezó cuando perdí el empleo y tuve que empezar de nuevo de cero. Entonces comencé a preocuparme por las cosas más nimias, mis constantes vitales, la relación con mi esposa, con mi familia.
Mi madre me presionaba haciéndome ver lo poco que yo valía con respecto a a mi hermana, con la que me comparaba continuamente; mi fracaso contra su éxito.
Mi mujer me apoyaba, me daba ánimos para continuar, ella se convirtió en el puntal de mi existencia más allá de toda condición. Pero eso precisamente me hacía sentir aún peor, menos válido, menos capaz, indigno de su abnegación.
Supongo que entonces sencillamente me derrumbé, porque mis problemas digestivos comenzaron a intensificarse y pasarme factura durante todo ese tiempo. He tenido que evitar el café, las comidas picantes, y cuando me siento inquieto o tenso, noto como si el estómago me ardiera y cada vez que algo me preocupa siento nauseas.
Es muy posible que la angustia ocasionada por las presiones de la vida sea la emoción que se encuentra más estrechamente relacionada con el inicio y el proceso de recuperación de la enfermedad. Tal vez, desde el punto de vista evolutivo, la ansiedad resultara útil cuando cumplía su misión para ayudarnos a afrontar un peligro, pero en la vida moderna, veloz, apresurada y agobiante, suele manifestarse de forma desproporcionada e inoportuna.
En este sentido, la ansiedad repetida constituye un indicador de un elevado nivel de estrés, que en casos como el relatado es un ejemplo de la forma en que esta ansiedad contribuye a incrementar los problemas médicos. Y todo por una reacción disforme ante una situación cotidiana que no es más que el producto de la imaginación por desesperación.